No es adorno, es historia pura. A fines del siglo XIX, cuando los grandes vinos empezaban a ser falsificados, en Rioja idearon una solución brillante: cubrir la botella con una malla metálica. ¿El motivo? Era imposible retirarla sin dejar huellas, así que se transformó en un sello de autenticidad. Con los años, pasó de ser una barrera contra las copias a un símbolo de distinción. Hoy sigue marcando estilo en etiquetas icónicas como Marqués de Murrieta o La Rioja Alta. 🍷💛